LA REALIDAD DEL ESTADO
Francois Perroux en La Coexistencia
Pacífica dice: “la lucha ideológica de nuestros días, nos coloca en una
situación comprometida porque se pretende obligarnos a optar por alguno de los
sistemas contradictorios, entre los cuales no aparece, de momento, ninguna
fórmula feliz y conciliatoria que permita la coexistencia de regímenes
antagónicos, que mantienen la amenaza de una desquiciante contienda universal.
Jamás se habían llevado hasta tan dramática y creciente tensión internacional,
estos problemas político-económicos. De continuar este debate inconciliable por
más tiempo, arrojara desfavorablemente nuevas generaciones neuróticamente
taradas o desprovistas de aquellos ideales o valores que han gobernado la
acción superior de los hombres.”27
Las circunstancia por la que
atraviesa el Estado actual nos obliga a asumir posiciones que van desde
refugiarse en la soledad, la rebelión, la preparación académica para la
transformación, etc.
En este escenario de la realidad
actual del Estado, es importante revisar algunas versiones actuales:
a) El Estado y la sociedad
comunista:
El adjetivo Estado comunista, es
usado por la prensa capitalista durante la Guerra Fría en referencia al sistema
de partido único y el gobierno del Partido Comunista. Esta denominación es una anticipación
popular, puesto que la teoría marxista plantea al comunismo como fase siguiente
al capitalismo y posterior al socialismo, en que el Estado deja de existir.
Lenin afirmó que: “los hombres se habituarán a respetar las reglas elementales
de la vida en sociedad, sin violencia, sin coacción, sin sumisión, sin ese
aparato de coacción que se llama Estado”28
Casi todos estos estados, que se
declararon comunistas en su momento, destacaron el carácter socialista en su
nombre oficial y los que existen todavía, que cada día son menos, lo siguen
haciendo. Así es que muchos de estos estados contienen los adjetivos popular,
socialista y democrático en su denominación. Existen también estados que
contienen estos términos en su nombre aunque no hayan adoptado ese sistema,
como la República Democrática Socialista de Sri Lanka o la República
Democrática Popular de Argelia.
Entre 1945 y 1975 el número de
países comunistas aumentó espectacularmente, debido a que los países vencedores
de la II Guerra Mundial se repartieron el mundo y, porque los movimientos
revolucionarios comunistas fueron ganando fuerza en muchos países del Tercer
Mundo.
Los cambios políticos ocurridos en
Europa del Este, la URSS y otros lugares del mundo entre 1989 y 1991 redujeron
de forma dramática el número de regímenes comunistas existentes. Los gobiernos
comunistas que aún perduran siguen leales a las doctrinas de Marx y Lenin, pero
difieren no sólo en tamaño y desarrollo industrial, sino también en la
interpretación de sus principios, objetivos y forma de gobierno.
b) La supervivencia del Estado
Democrático, en el ,cual existe una grave y larga crisis del Estado democrático
que afecta todas sus estructuras: políticas, socio-económicas y jurídicas. Se
vive una aguda y crítica etapa de transición de la civilización occidental de
modo que el Estado, fruto de esa civilización, sufre intensamente esa crisis.
La crisis de la civilización no es producida por la crisis social del Estado,
sino que ésta última es el efecto inducido por la primera, porque el Estado ha
sido incapaz de responder satisfactoriamente, a los requerimientos de la
sociedad, e instrumentar mecanismos que permitan escuchar a la sociedad, el
Estado se ha dedicado a transformarla.
La imaginación jurídico-política burguesa parece haberse agotado. Conceptos como soberanía popular, representación política, separación de poderes, derechos del hombre, control de constitucionalidad, Estado de Derecho; atraviesan una seria crisis, lo cual no significa que sean inservibles, sino que fueron concebidos para una época en la que las interrelaciones Estado-Sociedad civil fueron menos dificultosas. Urge, como opinan algunos analistas superar las teorizaciones jurídico-políticas pasadas.
c) El Estado Liberal y Latinoamérica. La relación entre Estados Unidos y América Latina crea situaciones que en numerosas ocasiones han afectado las estructuras políticas. Aunque el capitalismo y la democracia han funcionado en Occidente, no se puede decir lo mismo de América Latina, en donde el capitalismo descontrolado puede exacerbar, aún más, las desigualdades existentes y poner en peligro la democracia en la región.
A pesar de estos cambios, los países desarrollados, los organismos internacionales y los jefes locales de estado, aún pretenden caracterizarlos mediante paradigmas tradicionales que no logran hacer comprender las profundas transformaciones que han sufrido. Por lo tanto, se hace indispensable una Teoría del Estado Democrático en América Latina, intermedia entre aquel Estado "fantasmal" propio del modelo neoliberal y el Estado interventor e improductivo, que ha existido en la región durante casi un siglo. Esto, con el fin de comprender el proceso de reestructuración del proyecto democrático latinoamericano, y permitir la teorización sobre la sociedad y el Estado democrático en esta parte del continente.
El modelo neoliberal fue asumido recientemente por los países latinoamericanos como una fórmula capaz de acabar con todos los obstáculos al desarrollo, que históricamente ha sufrido la región.
Los principios neoliberales pueden ser sintetizados de la siguiente manera:
a) La iniciativa individual (o sea, la privatización) y la cual es considerada como el resultado necesario de la ineficacia del Estado interventor, y una forma de transferir una mayor participación a la sociedad civil en el desarrollo social;
b) Las funciones estatales relacionadas con el interés público (culturales, tecnológicas, salud, educación) deben quedar relegadas al ámbito privado, donde se supone que la iniciativa privada les atribuirá mayor rentabilidad;
c) La democracia es deseable, siempre y cuando sea de una naturaleza restringida que permita el libre funcionamiento del sistema;
d) Una economía de mercado junto con la privatización constituyen la orientación estratégica del proceso de recuperación económica en América Latina;
e) El subsidio y la tributación al capital desestimulan la creación de riqueza social y deben ser eliminados.”29
La visión neoconservadora de la democracia (como se la denomina en Europa y los Estados Unidos), el modelo neoliberal, concibe al Estado como un ente que funciona en buena parte para proteger el principio de propiedad y limitar los desproporciones de la participación y hace un énfasis exagerado sobre el individualismo, el consumismo y el avance científico-tecnológico.
Como han observado muchos críticos del neoliberalismo, los programas de reforma que propone el modelo destacan la eficiencia, indudablemente importante para la reinserción de las economías latinoamericanas en un sistema global en transformación, pero no una mejor prestación de servicios a las clases medias y bajas. Esto, ya que el Estado neoliberal se muestra indiferente a la justicia social y no ha sido capaz de disciplinar a las élites latinoamericanas para tener un sentido justo de la equidad en sus sociedades, ni para permitir el surgimiento de movimientos de base autónomos.
Los hechos históricos demuestran que la democracia y el capitalismo han funcionado en Occidente, aunque el laissez faire también ha mostrado sus debilidades últimamente. Sin embargo, existen dificultades al extrapolar los mismos argumentos hacia América Latina, donde hay "evidentes peligros de que el capitalismo (descontrolado) incremente aún más las severas desigualdades y se, ignoran las necesidades de las personas pobres..." lo cual se evidencia claramente en el México neoliberal moderno. Al contrario de lo que puede afirmar este modelo, las nuevas formas de la administración pública paternalista, las reformas energéticas que se abren a la iniciativa privada, las reformas electorales y fiscales son discutibles pues no puede simplificarse, o reducirse el papel del Estado en un continente que carece de los mínimos recursos vitales para permitir la supervivencia de amplias capas de la población.
Hoy día, las sociedades latinoamericanas buscan resolver sus problemas, tanto económicos como políticos, y fijar su lugar en el sistema global de una manera democrática. Sin embargo, las tendencias pronosticadas por el neoliberalismo se presentan como amenazas al orden democrático que se está tratando de imponer, y a las probabilidades de desarrollo equitativo en la región, lo cual se ve claramente en los procesos de transformación que está sufriendo el Estado latinoamericano.
La imaginación jurídico-política burguesa parece haberse agotado. Conceptos como soberanía popular, representación política, separación de poderes, derechos del hombre, control de constitucionalidad, Estado de Derecho; atraviesan una seria crisis, lo cual no significa que sean inservibles, sino que fueron concebidos para una época en la que las interrelaciones Estado-Sociedad civil fueron menos dificultosas. Urge, como opinan algunos analistas superar las teorizaciones jurídico-políticas pasadas.
c) El Estado Liberal y Latinoamérica. La relación entre Estados Unidos y América Latina crea situaciones que en numerosas ocasiones han afectado las estructuras políticas. Aunque el capitalismo y la democracia han funcionado en Occidente, no se puede decir lo mismo de América Latina, en donde el capitalismo descontrolado puede exacerbar, aún más, las desigualdades existentes y poner en peligro la democracia en la región.
A pesar de estos cambios, los países desarrollados, los organismos internacionales y los jefes locales de estado, aún pretenden caracterizarlos mediante paradigmas tradicionales que no logran hacer comprender las profundas transformaciones que han sufrido. Por lo tanto, se hace indispensable una Teoría del Estado Democrático en América Latina, intermedia entre aquel Estado "fantasmal" propio del modelo neoliberal y el Estado interventor e improductivo, que ha existido en la región durante casi un siglo. Esto, con el fin de comprender el proceso de reestructuración del proyecto democrático latinoamericano, y permitir la teorización sobre la sociedad y el Estado democrático en esta parte del continente.
El modelo neoliberal fue asumido recientemente por los países latinoamericanos como una fórmula capaz de acabar con todos los obstáculos al desarrollo, que históricamente ha sufrido la región.
Los principios neoliberales pueden ser sintetizados de la siguiente manera:
a) La iniciativa individual (o sea, la privatización) y la cual es considerada como el resultado necesario de la ineficacia del Estado interventor, y una forma de transferir una mayor participación a la sociedad civil en el desarrollo social;
b) Las funciones estatales relacionadas con el interés público (culturales, tecnológicas, salud, educación) deben quedar relegadas al ámbito privado, donde se supone que la iniciativa privada les atribuirá mayor rentabilidad;
c) La democracia es deseable, siempre y cuando sea de una naturaleza restringida que permita el libre funcionamiento del sistema;
d) Una economía de mercado junto con la privatización constituyen la orientación estratégica del proceso de recuperación económica en América Latina;
e) El subsidio y la tributación al capital desestimulan la creación de riqueza social y deben ser eliminados.”29
La visión neoconservadora de la democracia (como se la denomina en Europa y los Estados Unidos), el modelo neoliberal, concibe al Estado como un ente que funciona en buena parte para proteger el principio de propiedad y limitar los desproporciones de la participación y hace un énfasis exagerado sobre el individualismo, el consumismo y el avance científico-tecnológico.
Como han observado muchos críticos del neoliberalismo, los programas de reforma que propone el modelo destacan la eficiencia, indudablemente importante para la reinserción de las economías latinoamericanas en un sistema global en transformación, pero no una mejor prestación de servicios a las clases medias y bajas. Esto, ya que el Estado neoliberal se muestra indiferente a la justicia social y no ha sido capaz de disciplinar a las élites latinoamericanas para tener un sentido justo de la equidad en sus sociedades, ni para permitir el surgimiento de movimientos de base autónomos.
Los hechos históricos demuestran que la democracia y el capitalismo han funcionado en Occidente, aunque el laissez faire también ha mostrado sus debilidades últimamente. Sin embargo, existen dificultades al extrapolar los mismos argumentos hacia América Latina, donde hay "evidentes peligros de que el capitalismo (descontrolado) incremente aún más las severas desigualdades y se, ignoran las necesidades de las personas pobres..." lo cual se evidencia claramente en el México neoliberal moderno. Al contrario de lo que puede afirmar este modelo, las nuevas formas de la administración pública paternalista, las reformas energéticas que se abren a la iniciativa privada, las reformas electorales y fiscales son discutibles pues no puede simplificarse, o reducirse el papel del Estado en un continente que carece de los mínimos recursos vitales para permitir la supervivencia de amplias capas de la población.
Hoy día, las sociedades latinoamericanas buscan resolver sus problemas, tanto económicos como políticos, y fijar su lugar en el sistema global de una manera democrática. Sin embargo, las tendencias pronosticadas por el neoliberalismo se presentan como amenazas al orden democrático que se está tratando de imponer, y a las probabilidades de desarrollo equitativo en la región, lo cual se ve claramente en los procesos de transformación que está sufriendo el Estado latinoamericano.
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